miércoles, 7 de mayo de 2008

En medio del XXIII Congreso

En un sucinto análisis de las discusiones de un gran número de Congresos de Célula, podemos vislumbrar que los énfasis se han puesto en tres aspectos centrales de la Convocatoria entregada por el Comité Central de nuestro Partido. Estos son: Desafío de construcción de la correlación de fuerza que permita conquistar un gobierno de nuevo tipo; la Contradicción principal del Período y la Política de Alianzas. En esta dirección hacemos el siguiente aporte a la discusión fraternal que se plantea en nuestro Partido.

Acerca de la Convocatoria al XXIII Congreso del Partido Comunista

El modelo neoliberal vigente, es la aplicación del liberalismo burgués acuñado en el siglo XIX en Inglaterra, en el contexto del dominio imperialista unipolar. En tanto expresión del sistema capitalista, se basa en la producción de plusvalía.
Esta es y será definitivamente, la principal fuente de su desarrollo y para asegurar el funcionamiento de esta regularidad, todo el aparato del estado –como históricamente ha sido en las sociedades divididas en clases antagónicas- actúa al servicio de ello.

Explotadores y explotados existen hoy bajo condiciones formalmente nuevas. La tendencia a renovar el lenguaje de las organizaciones revolucionarias, retiró de circulación el concepto de proletariado, como si éste hubiera dejado de existir.

Sin embargo sigue existiendo en tanto existe una masa social desposeída de medios de producción que cuenta sólo con su fuerza de trabajo para vender y obtener los recursos para vivir.

Pero este proletariado moderno ha sido fragmentado y enmascarado por medio de múltiples “creaciones” del capitalismo en los últimos 25 años. Entre ellas, el sistema de tercerización en la producción de bienes y servicios. La imposición del sistema de subcontrataciones.

Se ha tratado de crear la ficción de que la producción de bienes y servicios dejó de ser fruto de grandes grupos de trabajadores. Es decir, que la producción habría perdido su siempre creciente carácter social. Pero si revisamos las cifras de la economía mundial y particularmente nacional, la masa de plusvalía que se genera bajo el modelo neoliberal involucra el esfuerzo de cientos de miles y de millones de trabajadores, que intervienen en los procesos productivos y prestaciones
de servicios. Pero la ilusión óptica generada por la tercerización y la alta tecnología, impide muchas veces distinguir esta realidad.

El desarrollo tecnológico no ha hecho más que incrementar el desarrollo de las fuerzas productivas y aumentar con ello la agudización de la contradicción fundamental del capitalismo, entre fuerzas productivas que se desarrollan aceleradamente y relaciones de producción que permanecen estancadas e incluso retroceden.

Estas condiciones objetivas incrementan la necesidad de un salto revolucionario que supere esa contradicción expresada hoy de modo más agudo, pero morigerada por la aparente inexistencia de un proletariado real. La cuestión es cuándo y cómo este proletariado dejará de ser una clase en sí, para transformarse en clase para sí. Es decir, cuando y como adquirirá conciencia de su condición de clase fundamental para la subsistencia del modelo –y del sistema-, y de su capacidad como fuerza motora para la transformación revolucionaria de la sociedad.

La respuesta pasa por el hecho de que la conciencia del proletariado no surge de manera espontánea. Este necesita recorrer un camino de luchas práctico por sus demandas más sentidas y por sobre todo, contar con un partido, su propio partido de clase, el que debe desarrollar esa conciencia superior.

En la lucha histórica de la clase obrera se enfrentan dos fuerzas desiguales, por un lado las clases dominantes que constituyen una minoría poderosa, dueña de un inmenso poder económico, político y militar, dueña de la gran mayoría de los medios de comunicación, teniendo además todo el poderío y recursos del estado para ejercer su dominación. Y por otro lado las clases y grupos dominados que constituyen la inmensa mayoría de explotados, desposeídos y oprimidos, que tienen como única herramienta la organización y su conciencia revolucionaria.

Pero la clase obrera no logra en forma espontánea una organización y una conciencia revolucionaria, ella es fruto de largos años de lucha desde antes de Recabarren a la fecha. Es a través de este aprendizaje en la lucha, es que la clase obrera adquiere la experiencia y el conocimiento de la teoría revolucionaria, que le indica que no basta con la lucha reivindicativa, que no basta con organizarse en sindicatos, que no basta con hacer huelgas, sino que es necesario eliminar la explotación implantando un régimen social nuevo, donde cada ser humano tenga las mismas posibilidades de desarrollo.

Para poder eliminar la explotación y construir una sociedad mas justa, el proletariado se ve obligado entonces a arrebatarles el poder a las clases dominantes empeñadas en mantener la vieja sociedad.

Esta situación es la que hace necesario que la clase obrera se organice en forma tal, que pueda conducir la lucha hasta la victoria final; Al decir de Lenin: “La lucha de clases debe ser concebida como una guerra; en ella el proletariado solo podrá triunfar, si sus sectores mas avanzados logran darse una organización parecida a la de un ejercito, capaz de movilizar en forma inteligente y disciplinada a las grandes masas proletarias contra sus explotadores”.

Es en este contexto que nace el Partido Comunista, un partido de clase, que tiene como objetivo estratégico la toma del poder y la construcción de una sociedad socialista en Chile.

Por lo tanto tomando en cuenta y sin perder jamás de vista el objetivo estratégico final, se deben determinar los objetivos estratégicos parciales que correspondan a cada periodo, manteniendo siempre una estrecha relación entre el objetivo final y los objetivos parciales. El no tener en cuenta continuamente el objetivo final, puede significar sumergirse en problemas secundarios y entregar el triunfo al enemigo.

Identificación del motor de los cambios

El proletariado de nuestro país tiene una historia de lucha que propicia las condiciones para no empezar de cero en la recuperación y actualización de su conciencia revolucionaria. Por el contrario, las múltiples movilizaciones registradas bajo los gobiernos de la Concertación, precedidas de la ejemplar lucha contra la dictadura, señalan la posibilidad de producir un vuelco en la tendencia inmovilista y paralizante, propiciada por el ejercicio del diálogo conciliador (en el
sentido de la conciliación de clases antagónicas), alimentado por la emergente cultura de las mesas de diálogo para cualquier cosa.

No podemos estar en contra de dialogar en general, pero el diálogo supone respeto efectivo entre las partes y no que una lo asuma para ganar tiempo y facilitar sus propias maniobras en perjuicio de la otra. El ejercicio del diálogo fue envilecido por los grupos de poder. Pero además, el desarrollo de un diálogo beneficioso para las clases populares, sólo puede producirse cuando estas cuentan con un determinado grado de fuerza, expresado en su capacidad de lucha. Ejemplo de ello fue la reciente movilización de los estudiantes secundarios, la huelga de los mineros de Escondida y otros que lamentablemente no son tantos como debieran.

Para el Partido es necesario identificar del modo más preciso posible a los grupos de trabajadores que producen la mayor masa de plusvalía dentro del país, tanto para la economía nacional, como para las economías transnacionalizadas. Esto independientemente de que estos grupos trabajen a las órdenes de empresas contratistas, dentro de grandes empresas o incluso como microempresarios.

Entre los principales debiera contarse a los trabajadores de las empresas que extraen y procesan cobre y otros minerales; los trabajadores forestales y de la industria maderera; los trabajadores de las empresas salmoneras. Entre ellos se encuentran los trabajadores contratados por las respectivas empresas de cada rubro, pero también se encuentra una importante masa de subcontratados y también temporeros. A todos ellos se debe agregar la masa de 600.000 cesantes, que representa el Ejército de Mano de Obra de Reserva, que hace posible la existencia consolidada de una oferta de abundante mano de obra en el mercado laboral, lo que permite mantener los salarios a la baja.

No podemos seguir reproduciendo el error de conceder carácter de clase a grupos sociales que aún cuando sean importantes, no son fundamentales para la reproducción del modelo. Todos aquellos grupos deberán ser considerados por cierto, en la política de alianzas que debe llevar adelante el proletariado y probablemente sus luchas incrementen las condiciones generales para la lucha revolucionaria, pero la definición estratégica debe basarse en las clases que son fundamentales para que funcione el modelo y sea viable, pero que además son portadoras de un nuevo orden social por el lugar que ocupan en la producción de la riqueza y la forma asociada en que lo hacen, aún cuando se trate de una multitud orgánicamente atomizada por la tercerización, repartida en miles de empresas reales y de papel, porque el resultado es de todas formas un esfuerzo productivo asociado y sólo aparentemente dividido. Tal parece ser la forma de existencia del proletariado en este Chile del Siglo XXI.

El rol de la CUT

En este contexto, debe ser revisada profundamente la actuación de la CUT desde su refundación y especialmente en los últimos años. Allí debemos cambiar cuestiones fundamentales. La enrome cercanía de la central con La Moneda ha causado un severo menoscabo a su capacidad combativa. De esta manera ha pasado de ser un instrumento que debiera estar al servicio de la lucha liberadora de los trabajadores y específicamente del proletariado, a un instrumento de conciliación. La CUT se ha convertido en un organismo “gobiernero”, en cuyo interior germinan diversas formas y grados de corrupción. Lo poco que ha realizado hasta ahora la CUT, sólo ha servido para justificar su existencia casi como una institución más del sistema.

Es necesario examinar esto profundamente y si es necesario, promover una nueva refundación del organismo. Pero si no resultara posible, debe considerarse que el proletariado del país necesita una organización sindical que lo aglutine nacionalmente, para luchar de manera efectiva por sus derechos y demandas, pero que por sobre todo debe tener como perspectiva la acción transformadora de la sociedad impulsada por los trabajadores encabezados por el proletariado.

Táctica y estrategia

La elaboración de la estrategia supone el análisis de las clases que componen la sociedad chilena actual; esto significa que antes de proponernos el tipo de alianzas de clases que va a permitir a la clase obrera la toma del poder, tenemos que determinar la estructura de clases de la sociedad, la tendencia del desarrollo de la lucha de estas clases y las condiciones internacionales en que esta se desarrolla.

Deben ser considerados factores como: La situación de dominación o dependencia del país dentro del sistema de globalización del imperialismo, el grado de concentración económica, el peso relativo de las clases dominadas, las contradicciones principales entre las clases dominantes y las dominadas, y las contradicciones al interior de cada una de ellas.

Todos estos elementos le permitirán al partido determinar mas o menos acertadamente, cual es el enemigo de clase principal, cuales son las clases revolucionarias y cual de entre ellas es la clase dominante o dirigente del proceso revolucionario, cuales son las clases intermedias que deben ser neutralizadas de la influencia de las clases dominantes y que puedan ser en determinados momentos, aliados eventuales de la clase obrera.

A la luz de estos elementos técnicos de la teoría marxista, reflexionemos sobre la convocatoria al XXIII Congreso Nacional del Partido. El objetivo estratégico final se menciona de pasada en forma muy difusa en el capitulo 9, que lleva por titulo “Los trabajadores sujeto principal de la convergencia” y dice como sigue: “No existe contradicción entre los objetivos del periodo y nuestra concepción socialista de la sociedad” y mas adelante se plantea como “objetivo histórico”, no la toma del poder y la construcción de una sociedad socialista sino “La Revolución Democrática” que es claramente la línea política para un periodo.

La lucha cotidiana no nos puede llevar al abandono de los objetivos estratégicos por cuestiones inmediatas, esto conduce a una lucha sin sentido revolucionario, que sacrifica el avance revolucionario por las conquistas del presente.

La reducción de la estrategia a las cuestiones tácticas, lleva inevitablemente al reformismo; es común en este tipo de desviaciones buscar apoyo en sectores de las clases dominantes, ya que la visión inmediatista siempre lleva a subestimar las potencialidades de lucha de las clases revolucionarias.

Esto puede vislumbrarse en las decisiones en torno a la falsa superación del PODEMOS, aliados con los que se construyó un programa de gobierno, mediante la constitución de una especie de Parlamento Social y Político que, siendo más amplio en su conformación, une a sectores y personas con diferencias mayores.

Es cierto que puede resultar un avance el fin del binominalismo, alguna reforma al sistema provisional, laboral o educacional, pero en ese paso táctico en el que se confluye con nuevos sectores no debe desecharse lo avanzado en encuentros estratégicos con aquellos con los cuales es mucho más lo que nos une.

Con respecto a las clases sociales que componen la sociedad chilena, la convocatoria define la contradicción principal del periodo aún vigente que es entre “Neoliberalismo y Democracia”, no está claramente establecido cuales son las clases y capas sociales que sustentan el modelo neoliberal, cuales son las clases y capas sociales que se oponen o que potencialmente podrían oponerse al sistema neoliberal.

Se define a los trabajadores como “Sujeto principal que generará las condiciones para la unidad que buscamos” no estableciendo claramente que capa o segmento de los trabajadores es el dominante o dirigente sobre el cual deberíamos centrar nuestros esfuerzos. Debemos considerar también que el deterioro, causado por el Neoliberalismo y la represión, en la conciencia de los trabajadores ha sido tal que hoy podemos hablar de la existencia de un resentimiento de clase más que de una conciencia de clase. Así mismo, la existencia de un gran sector de desregulados, cesantes y marginados, impide formular modos tradicionales para su organización.

Nuestra estrategia debe ser confirmada de acuerdo a la concepción marxista leninista: la conquista del poder por el pueblo encabezado por el proletariado, para construir el socialismo y posteriormente la sociedad sin clases, el comunismo.

La Revolución Democrática, debe representar un eslabón de una cadena de transformaciones en la marcha hacia la revolución socialista, que debe consistir de acuerdo al ideario marxista, en agotar los marcos de la democracia burguesa imperante, llevándolos a sus extremos, hasta pasar a una democracia superior, la democracia socialista.

Por eso es fundamental que la Revolución Democrática promueva inicialmente la instauración de una democracia participativa. Cuanto más participativa e integradora, debe buscar soluciones a las principales demandas de amplios sectores de la sociedad, frente a requerimientos vitales como: trabajo, salario justo, previsión justa y digna, salud de calidad y gratuita para todos, vivienda digna para todos.

La Revolución Democrática, junto con instaurar una nueva constitución, debe dictar nuevos códigos de justicia: penal, civil, tributario, laboral y militar, así como un nuevo código orgánico de tribunales, para hacer una verdadera reforma judicial.

Debe también transformar el poder legislativo y las normas que lo rigen. Se debiera propender a un sistema unicameral, una especie de Asamblea Nacional Legislativa.

La nueva constitución deberá garantizar el aprovechamiento y goce de las riquezas del país y sus frutos principalmente a sus habitantes.

Deberán ser anuladas todas las privatizaciones de empresas del Estado, consumadas durante la dictadura y revisarse todas las realizadas por los gobiernos de la Concertación.

En una primera etapa, deberá elevarse el papel del Estado en la gestión productiva y financiera nacional, hasta que alcance un papel superior en el control y promoción del desarrollo nacional.

Para hacer realidad la Revolución Democrática, debe llevarse adelante la más vasta movilización y ruptura con el modelo neoliberal y la institucionalidad heredada de la dictadura. Ruptura y desestabilización del modelo de dominación vigente. Sin conciliar.

En tal sentido la lucha electoral debe servir para una efectiva acumulación de fuerzas y no para negociar pequeñas prebendas con el sistema. La presencia de los comunistas en el parlamento debe ser resultado de la movilización de vastos sectores que así lo demanden, pero no debe ser condicionada a respetar las reglas del juego establecidos por una constitución espuria.

Antes que eso, es tarea fundamental de la Revolución Democrática, la instalación de un Asamblea Constituyente que elabore una nueva constitución para reemplazar la actual. Chile necesita una nueva constitución y no que se remiende la heredada de la dictadura, que fue hecha a la medida de los más abyectos intereses de las clases explotadoras nacionales y extranjeras, para asegurarles el saqueo total del país y la explotación más aguda de sus trabajadores.

Todo perfeccionamiento de la institucionalidad democrático burguesa en vigencia, como la corrección del sistema electoral, contribuye a otorgar estabilidad y gobernabilidad al sistema de dominación y al modelo neoliberal.

Lo anterior no niega que ocupemos los espacios y tribunas existentes, porque forman parte de conquistas del pueblo que peleó contra la dictadura.

Representan en última instancia válvulas de escape abiertas por quienes administran el modelo, para proporcionarle cierta estabilidad. La cuestión es si esos espacios y válvulas abiertas permiten al movimiento popular agotar sus márgenes y resquebrajar la institucionalidad de arriba abajo.

La existencia de parlamentarios comunistas no debiera constituir un fin de nuestra organización y en tal sentido ningún parlamentario debería aferrarse al sillón que alcanzó en el Congreso Nacional, ni frenar la intensidad y profundidad de la movilización popular. Nuestros parlamentarios deben convertirse en líderes directos de vastos sectores del pueblo y en especial de los trabajadores.

El Trabajo Militar del Partido

La cuestión militar sigue siendo en la política del partido, mucho más que un talón de Aquiles, pues si nuestra definición estratégica se orienta hacia la conquista del poder para el pueblo y la transformación radical de la sociedad, el papel de la fuerza y la violencia se hace fuerte. No por una pasión violentista de los revolucionarios, sino porque la reacción, la burguesía y el imperialismo no cederán sus privilegios jamás en forma pacífica.

La cuestión militar debe comprender el desarrollo del conocimiento teórico y práctico sobre estrategia y táctica, por todo el partido. El papel de las FF.AA. actuales, su carácter y objetivos; su organización y características principales. El papel de la violencia en los procesos sociales, el conocimiento de la lucha armada regular e irregular.

Conocer la metodología militar

En lo práctico debe impulsar una labor permanente hacia las FF.AA. para captar simpatías y apoyo hacia la revolución, neutralizar a los elementos vacilantes y aislar a los reaccionarios. Debe considerar el estudio y desarrollo de una doctrina de defensa nacional distinta a la imperante.

También se debe desarrollar una labor de autodefensa a niveles partidario y de masas, la que debe proyectarse como componente de tareas militares mayores.

Junto a o anterior, debe elaborarse una planificación estratégica del desarrollo de fuerzas combativas del pueblo y desarrollar también diversas hipótesis de conflicto, respecto a las cuales construir reserva, una fuerza central y fuerzas territoriales. Junto a lo anterior deberán avanzar la planificación y realización de las misiones propias de los aseguramientos multilaterales.

La caracterización que hace la convocatoria de las FF.AA., reproduce los datos ofrecidos por la operación cosmética efectuada por éstas. El concepto manifiesto en la convocatoria, relativo a que la experiencia latinoamericana demuestra que éstas son permeables a las ideas de cambio, no se ajusta a las instituciones chilenas de la Defensa Nacional. La cantidad de efectivos implicados en violaciones a los DD.HH. que aún permanecen en servicio activo y sin ser procesados; la nula colaboración en las investigaciones judiciales sobre crímenes de lesa humanidad y por el contrario su obstrucción sistemática a dichas investigaciones; su estrecho compromiso con la dictadura, y por sobre todo, la preservación de su carácter de clase, confirman que las FF.AA. actuales no son otra cosa que el brazo armado del Estado burgués que preserva el modelo capitalista neoliberal.

Al respecto debemos hacernos cargo de que la denominación “Vacío Histórico”, constituye un eufemismo para encubrir algo mucho más grave. No puede tratarse sólo de una omisión infortunada, el dejar de hacer y preocuparnos por los contenidos militares de una política revolucionaria.

El abandono de ella es un crimen porque contribuye a fomentar la falsa premisa de que es posible transitar a una sociedad superior, que supere la dominación del Estado burgués en forma pacifica. De que es posible transitar gradualmente hacia esa sociedad superior, el socialismo y posteriormente al comunismo, sin padecer la represión y en última instancia, la más feroz resistencia de las clases dominantes y el imperialismo.

“Omitir” en los hechos el componente militar de nuestra política, es un abandono premeditado de una factor estratégico en la acción revolucionaria (Ver capítulo de libro de Carlos Toro publicado en El Siglo Nº 1313, del 8 de septiembre de 2006).

Construcción de un proyecto de mayorías

Necesitamos reflexionar en este Congreso sobre como los comunistas aportamos efectivamente al proceso de construcción unitaria de un proyecto político social de mayorías, alternativo a la aplicación del actual modelo.

En primer término tenemos que reconocer que la existencia de éste (el modelo), tiene su génesis en un proceso contrarevolucionario que tenía como objetivo, no sólo derrotar al gobierno de la UP y sus conquistas. Se instala en gran medida un proyecto “armónico”, que en lo económico, político, cultural e ideológico, logra instalar un avance sumiso a las políticas económicas desarrolladas por el imperialismo.

La desclasificación de los documentos de Santa Fé, muestra el plan global de dominación, que es el preámbulo a la caída del socialismo europeo. Esta derrota parcial del desarrollo progresista de la Humanidad, facilita las condiciones planteadas en este “plan global” del imperio. Nuestra Patria es parte de este “eslabón”. Nosotros tenemos grandes logros, sin duda, el carácter antiimperialista del Programa de gobierno de la UP. Una política económica que favorecía a la clase obrera, a amplios sectores medios, que incluso establecía como aliados a la propia burguesía criolla, que tenía contradicciones con la burguesía monopólica financiera y el imperialismo.

El Programa de la UP, en sus contenidos político-económicos, se afirma en un análisis Leninista del rol de la clase obrera y las contradicciones en las condiciones del desarrollo de la etapa imperialista.

Si bien fue así, no tuvimos la visión y aptitud de generar una correlación político-social de respaldo al proyecto revolucionario, existiendo inclusive condiciones muy favorables. Al examinar los contenidos programáticos del proyecto Tomic y el de la UP, apreciamos importantes analogías, en su carácter antiimperialista y anticapitalista. La política de clases implementada por el Partido en relación a la caracterización de la DC, como un partido pluriclasista, más la profunda lucha político-idelógica y el natural desarrollo de tendencias progresistas al interior de la DC y de otros sectores posibilitó el carácter análogo de ambos programas. (Es necesario un mayor estudio de este fenómeno político-social).

En síntesis, no fuimos capaces de aprovechar ese “potencial” y el enemigo de clase logra, paso a paso, influir con sus políticas en la DC y al “término” del gobierno popular, prácticamente estaban alineados y son inclusive sumisos a la generación del golpe. El punto es que siempre en política se plantea el fenómeno de quién influye a quién y en teoría, todo proceso se afianza en la medida que es capaz de generar una correlación política, social y militar, favorable a la revolución.

En el actual Programa del PC, se expresa claramente este concepto, en el capítulo de la Revolución Democrática.

“Queremos expresar que tenemos que observar, tres períodos históricos.

1.- Previo y durante el Gobierno Popular.

2.- Durante la lucha contra la dictadura

3.- Actualmente, en esta transición inconclusa, que hasta hoy no ha transitado a ninguna parte, sino sólo a profundizar el modelo.

En la lucha contra la dictadura, el desarrollo de nuestra política logra por primera vez instalar un elemento nuevo, pero no basta con una correlación político-social, es necesario avanzar a la construcción de una correlación militar. El vínculo dialéctico de lo político y militar logra un correlato “nuevo”. Apreciando hoy como fue el desarrollo del conjunto de nuestras capacidades, en lo político, social y militar, se logra influir en los acontecimientos, pero no los determinan, porque no logramos generar una correlación político, social y militar “suficiente” y que además no tuviera en su proyección estratégica solamente como objetivo la derrota de la dictadura evidentemente.

El “cambio” que se genera toca algunos aspectos mínimos y el imperialismo acelera este cambio, convence al propio mando e inclusive a Pinochet cuando le dicen: “usted no está en condiciones de garantizar ni su propia vida”. El Departamento de Estado advierte el peligro que se cierne efectivamente frente a la generación de una correlación política, social y militar de tal magnitud contra la dictadura y en la cual los trabajadores, el pueblo, la izquierda, el PC, nuestra fuerza propia, fuésemos el factor principal. Por lo tanto, esta transición pactada, desde el Departamento de Estado, ha jugado su papel.

Se repite nuevamente en el período de lucha contra la dictadura, la aplicación de una “ley”, ¿qué mayorías se logran?; quién influye a quién. Cómo logramos tener un proyecto estratégico que sea capaz de construir, paso a paso, una correlación favorable.

En el actual período nos parece que la consigna entregada a la discusión “A conquistar un gobierno democrático, nacional y de justicia social con unidad y lucha del pueblo”, conceptualmente es justa, pero políticamente es un espejismo, porque tiene como objetivo político o se afirma en una convergencia político social que no existe, que es una expresión comunicacional, más grave aún, que no tiene programa común.

Reconociendo que tiene coincidencias mínimas, agregando que hay un gran abismo entre lo dicho y la real voluntad de hacer. Aparecen firmando los partidos de la Concertación y, en la práctica, hasta hoy no se expresa en la voluntad de impulsar por ejemplo un llamado a plebiscitar cuestiones como la previsión, el sistema educacional, el binominalismo, etc.

Queremos expresar nuestra preocupación ante esta iniciativa “por arriba”, que relega a asegundo plano o casi ignora el rol del Podemos y su programa. Estamos de acuerdo que hay que construir una mayoría que sume efectivamente a los antineoliberales, e inclusive a todos los que afecte el modelo. El problema radica, en que con qué propuesta intentamos construir esta mayoría anhelada.

En este sentido rescatamos los contenidos programáticos partidarios aprobados en el XXII Congreso y el desarrollo unitario, que inclusive le dimos el carácter de una propuesta estratégica alternativa al modelo, nos referimos al programa del Podemos.

En la reciente jornada electoral, el rol que jugaron en la discusión política los contenidos del programa Podemos, logran hacer avanzar en el cuestionamiento a los problemas de fondo de nuestra sociedad. Pensamos que desde el Podemos y su Programa debemos avanzar paso a paso a la construcción de una mayoría que exija cambios verdaderos.

Sin desconocer que al interior del Podemos existen visiones sectarias, que limitan la posibilidad para que el Podemos influya con nuestra política, los comunistas tenemos que reconocer que, a pesar de las diferencias, estas no tienen un carácter de contradicciones antagónicas al interior del Podemos. Tenemos que reconocer lo nuevo que existe en la revalorización del aporte de los Humanistas y de otros aliados, en la existencia de un Programa común. En síntesis, no se desarrollará una unidad de verdad con otros sectores sino logramos fortalecer el Podemos, su orgánica, el rol del programa, que debe transformarse en el “faro” que alumbre la lucha antineoliberal.

La presencia del Podemos en cada una de las luchas de nuestro pueblo, son condiciones básicas para el avance de una construcción de mayorías, hay que agregar que respecto a nuestro vínculo político con la Concertación, obligatoriamente hay que caracterizarlos como un conglomerado pluriclasista, se repite, que los partidos de centro tienen influencia en las organizaciones de clase, estudiantiles, etc. La reciente experiencia de los estudiantes, el contenido unitario, transversal de la lucha contra la LOCE.

No descubrimos la pólvora cuando afirmamos, que nuestra política tiene que influir por abajo, a partir de su contenido de clase, esto es lo principal, y no excluye las iniciativas por arriba, estas ayudan, pero no tienen consistencia y futuro si por abajo no le damos sustento. Los estudiantes nos enseñan.

También sabemos que la derecha tiene una base social que históricamente no tenía. Con demagogia y con recursos han logrado engañar a muchos proletarios, que no distinguen quién es su enemigo real. La discusión estudiantil avanzó e instaló un claro contenido democrático cuando mayoritariamente afirma que hay “que democratizar la educación y mañana la sociedad”. La discusión política ideológica logra instalar estos conceptos transversales.

Existen en la sociedad amplios sectores que aparentemente no están ni ahí, cuántos son los que no quieren participar, no se inscriben, ¿Qué hay detrás?, No están ni ahí, o tienen desconfianza de cómo se manejan las cosas en esta democracia limitada y excluyente. Este amplio sector tiene que ser objeto de nuestra preocupación de política de masas, en la construcción de la mayoría activa que necesitamos construir.

Queremos concatenar la idea que en este período de transición la influencia de nuestra política de masas y capacidad orgánica es menor inclusive que en la lucha contra la dictadura. La disminución del conjunto de nuestras capacidades (político, social, militar), nos plantean un profundo desafío. ¿Cómo nos colocamos verdaderamente a la altura de las necesidades?.

En la evaluación de nuestras políticas desde el XXII Congreso agregamos que, respecto a la conclusión de la Convocatoria de que no hemos logrado plenamente el viraje como nos propusimos hace cuatro años, ha sido claramente insuficiente la aplicación del viraje. Obviamente falta una autocrítica real en la que hay responsabilidades del conjunto del Partido, de nuestras Direcciones y, especialmente, del CC.

En este sentido, la Convocatoria no realiza un examen del actual estado del Partido y de las capacidades para producir un real viraje. Sumando un elemento grave, que fue mencionado por la compañera Gladys en el Diego Portales, respecto a “que no hemos cumplido con una de las resoluciones del XXII Congreso, que habla del contenido permanente de nuestra política militar”. En este Congreso tenemos que examinar autocríticamente ambos elementos.

La posibilidad de construir una convergencia político social de mayoría, ¿en qué se afirma? ¿cuál es el sustento?. Cuando se trata de generar una correlación alternativa al modelo neoliberal, si no se “afirma” en un proyecto programático como es el programa del Podemos, no tiene posibilidad de materializarse, agregando que el proyecto Podemos es una proposición que nace desde la izquierda para ser debatida, mejorada en una franca discusión político-ideológica. El Programa del Partido, y del Podemos en particular, son nuestra propuesta a la Patria. La tarea de hoy, con miras al 2010, debería ser: “Asamblea Constituyente. Un Bicentenario con una Constitución verdaderamente democrática para Chile”.

Un Partido para la Revolución

La educación política, el desarrollo teórico de todo el partido debe ser una tarea prioritaria. Se requiere que sea acometida con una sistematización nueva e inmensamente más potente que todo lo hecho hasta ahora. La recuperación teórica del partido tiene carácter estratégico. Nada de lo que nos planteemos será posible de realizar sin una organización teórica y técnicamente capacitada.

Se necesita un nuevo diseño para la educación partidaria, que logre abarcar a la totalidad de los militantes. Se debe construir una red de cursos, cursillos y escuelas que operen a nivel de todo el país y de una verdadera malla curricular nacional.

La educación del partido debe ser una verdadera cruzada que arroje luz sobre todas las incógnitas y desafíos que nos plantea la realidad política, económica, social y militar, tanto nacional como del mundo.

Debe haber un especial esfuerzo por reencontrarnos con los clásicos directamente. Es decir, redescubrir el marxismo leninismo en sus propios autores. Pero también estudiar los avances en la elaboración teórica, logrados por diversos investigadores y pensadores revolucionarios. Otro tanto se requiere con el pensamiento de gran des figuras de las luchas independentistas y antiimperialistas latinoamericanas.

Es necesario incluso rescatar y defender conceptos revolucionarios que la propaganda de la cultura dominante, la cultura del imperio y de las oligarquías, han estigmatizado como “pasados de moda”, lo que ha sido recogido por todos aquellos que bajo la bandera de la renovación, para terminar convertidos en sirvientes y defensores del modelo imperante.

Los efectos de esta corriente también penetró al partido profundamente. De otra manera no sería posible entender el abandono de del uso de conceptos propios del pensamiento revolucionario y comunista, como es la propia expresión de proletariado, por ejemplo.

La política del partido sólo es posible materializarla por miles de hombres y mujeres, dotados de conocimientos y capacidades especiales, que los hagan portadores de las ideas organizativas y de lucha hacia el pueblo. Se trata de los cuadros, cuyas capacidades debe ser potenciadas mediante una incesante labor educativa del partido en todos sus niveles.

Para llevar adelante nuestra política necesitamos de un instrumento adecuado a sus exigencias. El Partido está muy por debajo de dichas necesidades. Al desarme práctico de las estructuras creadas en torno a la PRPM, fuesen del FPMR o del TMM del Partido, se sumó el desarme ideológico y orgánico, que ayuda a mantener vicios de la clandestinidad como el “orden y mando”, que sustituye a los equipos de dirección por compañeros de “confianza” o que no causan “problemas”, y que debilita la formación de cuadros, su desarrollo y ascenso en las estructuras.

Hoy, más que nunca, necesitamos un partido enraizado en la masa, donde cada célula juegue a fondo su papel de organizador, conductor y educador del pueblo. Con dirigentes que sepan de esta labor y que no “guíen” el trabajo del Partido desde los locales. Un buen ejemplo debería ser la exigencia de que nuestros representantes en la CUT sean dirigentes con real fuerza en las bases, que en el momento en que la máxima organización de los trabajadores se plantee una movilización nacional sea capaz de realizarla con gran apoyo de masas. Debemos terminar con los dirigentes “fabricados”, sin sindicato base ni estructura real. Ejemplos positivos tenemos por montones: dos dirigentes en los subcontratistas del Cobre, otros más en el mismo CODELCO, en los portuarios, en el Colegio de Profesores, en la ANEF, en ENAMI, en los salmoneros, etc. De esta forma también se contribuye a la revalorización de la CUT, desprestigiada al máximo por su “consenso de clases” y el burocratismo actual.

El Partido, y por tanto cada uno de sus militantes, deben estar al tanto de todo lo que se hace en su interior, tener cuentas claras en lo financiero, orgánico, de masas y militar. Planificación y control para asumir planes concretos y con acabado conocimiento de la realidad local, lo que podría traducirse en la reconformación de Comités Locales que ayuden al trabajo de cada Comunal.

El estudio, como trabajo personal y colectivo planificado, debe ser una de las principales responsabilidades de cada militante, como también el que cada estructura tenga claro qué cursos ha pasado satisfactoriamente cada militante. La fraternidad, el real funcionamiento del centralismo democrático y del intelectual colectivo, la crítica responsable y no formal, la honestidad y la transparencia, la discusión a fondo y sin dobleces, deben ser parte de la construcción de este partido revolucionario, pues son la única forma de garantizar su unidad de acción. Un partido hecho para la revolución debe obligatoriamente constituirse en una unidad político-militar desde su dirección hasta sus bases.

Por un Partido Comunista a la altura de la situación histórica

Adelante con el XXIII Congreso

Taller de Estudios Políticos

Luis Emilio Recabarren

Septiembre 2006

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