Hace 92 años, en el local del diario El Despertar de los Trabajadores en Iquique, una treintena de obreros fundaron el Partido Obrero Socialista que, diez años después, cambiaría su nombre a Partido Comunista de Chile.
En su primer Programa establece: «El Partido Obrero Socialista expone que el fin de sus aspiraciones es la emancipación total de la Humanidad, aboliendo las diferencias de clases y convirtiendo a todos en una sola clase de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes, y la implantación de un régimen en que la producción sea un factor común y común también el goce de los productos».
Mucha historia ha transcurrido desde esos días de lucha clandestina en las salitreras nortinas. El Partido ha sido actor principal en los avances democratizadores y en la adquisición de derechos en favor de los trabajadores, las mujeres y los jóvenes. Ha formado parte de diversas alianzas, siempre poniendo en el centro los intereses de la clase obrera, como el Frente Popular, que llegaría a la presidencia con Pedro Aguirre Cerda; La Alianza Nacional Antifascista, que apoyaría la candidatura de Juan Antonio Ríos (en ambos casos el Partido no formó parte del gobierno); el Frente de Acción Popular y la Unidad Popular, que llevaría al pueblo a La Moneda con la victoria de Salvador Allende. Esa historia ha sido construida con el aporte de miles de comunistas, entre ellos Luis Emilio Recabarren, Elias Lafferte, Galo González, Oscar Astudillo, Ricardo Fonseca, Américo Zorrilla y Julieta Campusano.
DEFORMACIONES SOCIALDEMÓCRATAS
En el IX Congreso del Partido (1945), se constataron deformaciones en la aplicación de la línea política que consistían en “una tendencia a la colaboración y a la conciliación con la burguesía bajo la Alianza Nacional (…) el Partido no había ligado suficientemente la lucha por la solidaridad con la URSS y los aliados, con la lucha por eliminar el latifundio, el dominio imperialista y por las reivindicaciones de las masas, las que así en parte quedaron desatendidas, con lo cual la influencia del partido en ellas se estancó”. Rasgos similares a los que se observan en la actual crisis de conducción del Partido y que nos han llevado a tener una baja presencia en el movimiento de masas.
Luego vino la decisión de apoyar la candidatura del Radical Gabriel González Videla, gobierno en el cual el Partido tuvo tres ministerios pero que culminó con la traición de éste y la ilegalización del Partido, tras la represión desatada por la Ley de Defensa de la Democracia, conocida por todos como la Ley Maldita.
De este período se saldría fortalecido por la decisión de no abandonar la lucha de masas y la presencia activa en las organizaciones del pueblo. Aún clandestinos se participa en la formación del Frente del Pueblo y en la primera candidatura a la presidencia de Salvador Allende. Recobrada la legalidad, tras la formación del Bloque de Saneamiento Democrático, el Partido contribuye a la fundación del FRAP, apoya el segundo intento de Salvador Allende, quien pierde de manera estrecha con el candidato derechista Jorge Alessandri, lo que se repite en 1964 por la bajada del candidato derechista y su apoyo al reformista DC Eduardo Frei Montalva.
TRIUNFO Y DERROTA DE LA UP
Sin embargo, la creciente necesidad de cambios en la sociedad chilena era tan urgente, que la actuación de los comunistas permitió el incremento de nuestra influencia, haciendo avanzar la unidad del pueblo, la movilización social y la construcción de una alternativa político-social, en la que el Partido es pilar fundamental, que llevará al triunfo a la Unidad Popular, con Allende a la cabeza, en el punto más alto de la democracia en Chile, con el aporte intenso y comprometido de todos nuestros militantes.
Este proceso se verá violentamente cortado por el golpe de Estado de 1973 que, entre muchas otras cosas, marcó en lo fundamental para los comunistas chilenos el comienzo de una crisis que hasta hoy no ha sido resuelta. Se trata del peso adquirido por una visión reformista sobre el proceso revolucionario que debería tener lugar en Chile, producto de deformaciones que no fueron oportunamente corregidas. Ello se vio reflejado contundentemente en la débil formulación de un proyecto de defensa del gobierno de la Unidad Popular, respecto a lo que se ha dado múltiples explicaciones, llegando a concluir en la existencia del llamado “vacío histórico”.
En este momento histórico, sin haber establecido claramente y a fondo la totalidad de las causas -y especialmente las de nuestra mayor competencia-, sobre la caída del gobierno popular, surge la urgencia de enfrentar los golpes represivos de la dictadura, obligando a debatir menos –o nada- y a intentarlo todo por terminar con el régimen.
Cuadros obreros de la talla de Víctor Díaz, Mario Zamorano, Uldarico Donaire, Bernardo Araya y Fernando Ortiz, caen en las garras de la dictadura y son hechos desaparecer. Algo similar ocurre con la Jota, donde la traición del Fanta, Basoa y otros, termina con las vidas de Checho Weibel y Carlos Contreras Maluje, entre tantos que podían convertirse en el relevo de los dirigentes asesinados.
La disciplina más rigurosa, impuesta por la lucha clandestina, impidió el adecuado desarrollo de un debate amplio y de la profundidad requerida. Ello se tradujo en la imposibilidad de adoptar las medidas más acertadas para superar la crisis puesta de manifiesto por la derrota política y militar sufrida el 11 de septiembre de 1973. De manera que, sin adoptar todas las medidas rectificadoras, pasamos a una nueva fase de nuestra lucha: la de la Política de Rebelión Popular de Masas.
LA PRPM
Enunciada ésta en 1980, por el Secretario General, compañero Luis Corvalán, hizo evidente las diversas visiones existentes en su interior, siendo objeto del rechazo solapado de no pocos cuadros del Partido, entre ellos, dirigentes como Ernesto Ottone, quien había sido hasta hacía poco presidente de la Federación Mundial de las Juventudes Democráticas (FMJD), posición compartida por otro dirigente de las Juventudes Comunistas, Patricio Hales.
¿Cuántos más cómo ellos fueron opositores resueltos de la PRPM y, por lo tanto, cuánto se esforzaron ya fuera por su éxito o su fracaso? Otras figuras de similar posición fueron los miembros del Comité Central José Rodríguez Elizondo y Luis Guastavino.
Así, mientras se produce la partida de un grupo que asumió posiciones socialdemócratas, se mantiene en el Partido otro sector que asume relativizar las resoluciones y, por último, asumir la PRPM y la construcción de la Fuerza Propia sólo como una forma de “asustar” a la dictadura para obligarla a negociar una salida.
Entre tanto, en el intento por rectificar el “vacío histórico”, se optó por la formación de cuadros militares sin contar con una visión clara acerca del proyecto que se pretendía impulsar. Tampoco había existido, en la historia anterior del Partido, un diseño estratégico en el cual pudiesen servir los conocimientos adquiridos y practicados, entre otros, por los destacados compañeros Oscar Riquelme (el Viejo Pablo), Carlos Toro o Felipe “Mao” Rivera.
Efectivamente, la nueva etapa en la formación de especialistas militares comenzó en 1975, sin imaginar todavía que cinco años más tarde se anunciaría la PRPM. Por lo demás, el impulso de esta iniciativa no vino precisamente desde el interior del Partido. Incluso, el proceso de formación de estos especialistas registró varias crisis durante su proceso de desarrollo, esencialmente por la ausencia de una visión estratégica, que fue sustituida por la buena intención manifiesta de que estos cuadros formarían el “nuevo ejército” que surgiera tras el derrocamiento de la dictadura. Pero primero faltaba, precisamente, el diseño estratégico para este fin fundamental.
Es sólo después del triunfo Sandinista en Nicaragua, que surge la concepción de una posible sublevación nacional, contando con actores similares en cuanto a constituir un amplio frente armado (muy similar –o igual- al sandinista) que encabezara las acciones.
De tal suerte, esta vez serían los técnicos capacitados profesionalmente, quienes vendrían a resolver el atraso del Partido adquirido a lo largo de décadas de lucha en que siempre fue minimizado el componente militar.
Incluso, el diseño defensivo elaborado antes del golpe, con la formación de los “grupos chicos”, constituidos por especialistas destinados a operaciones puntuales para contener una acción golpista, no dio cuenta de las verdaderas amenazas que acechaban al Gobierno Popular.
Ningún general, en ninguna parte del mundo debe minimizar las amenazas y, por tanto, las contra medidas. La defensa armada del Gobierno Popular no fue una tarea de todo el Partido, por lo que el trabajo militar no fue previsto como una cuestión de masas. De algún modo esta visión también actuó durante el desarrollo de la PRPM.
El cúmulo de tareas surgidas de un proyecto en que pensábamos estaba embarcado todo el Partido, sin excepción, nos hacía creer que efectivamente todos estábamos en lo mismo y que lo más importante era cumplir las tareas que emanaban del trazado realizado para terminar con la dictadura. Todo lo que fuera análisis y debate era postergado, no era urgente, por más que lo considerásemos necesario. La justeza de rebelarnos contra la tiranía fue para muchos, posiblemente para la mayoría de los militantes, una definición más que suficiente y que no requería de mayor debate. Mucho menos se hacía el tiempo para examinar los acontecimientos que precedieron a la derrota de 1973.
SALIDA PACTADA
Desde aquellos días se minó la base de lo que es un partido revolucionario, rompiendo la unidad de acción. La rigurosidad de la dictadura y el trabajo clandestino fue, a su vez, utilizado para deformar el centralismo democrático, dando paso al “orden y mando” y rebajando la importancia del intelectual colectivo.
A la derrota de la Unidad Popular, se vino a sumar el proceso que termina en la salida pactada con la dictadura y el quiebre del FPMR. Poco tiempo después se derrumbaría el “Socialismo Real”, dejando otro inmenso vacío. Un grupo, que se había constituido como fracción al interior del Partido, asume gran parte de la dirección, tomando la decisión de desarmar las estructuras militares y, junto con el desarme técnico, comenzar un proceso de desarme ideológico y moral. Las estructuras del Partido se burocratizan y una gran mayoría de las células pierde su calidad de conductoras del movimiento de masas. La crisis afecta al movimiento sindical, estudiantil y poblacional, pues no se desarrollan líneas gruesas de acción dirigidas a enfrentar el nuevo escenario.
SECRETISMO Y DESPRESTIGIO
El Partido se va desgastando en peleas intestinas y personalizadas, alejándose un número importante de cuadros al sentir que chocan contra una muralla, una máquina en realidad, que se ha adueñado del Partido.
Surgen grupos como el encabezado por Rodrigo Roco, desde las JJ.CC. en la U. de Chile, que aplican políticas reformistas hacia el movimiento estudiantil, las que eran diseñadas por dos actuales miembros de la Comisión Política, uno de ellos el actual Secretario Regional responsable del desastre en el Distrito 46.
Así como en el caso de la Octava Región, muchos dirigentes impuestos desde la Comisión Política no tienen prestigio alguno entre los militantes. Ejemplos graves sobre esto mismo, son el hecho de que el responsable político del trabajo en la alcaldía de San Fernando sea hoy el Encargado Nacional de Organización del Partido, o que tras los cambios de los dirigentes de la CUT -aún no informados al Partido-, la medida de cambiar al Tesorero Nacional a Comunicaciones, por situaciones poco claras con los dineros de los trabajadores, sea premiada con el cargo de Encargado Nacional Sindical del Partido.
Se convierte así en costumbre el hecho de premiar el mal trabajo y la irresponsabilidad con nuevos cargos en la estructura partidaria.
Otro hecho no informado al Partido, es el cambio de director en nuestro semanario El Siglo, donde algunos integrantes de la Comisión Política impusieron a alguien que no es militante comunista, hecho por el cual, en la oportunidad en que el director de El Siglo pasó a ser Encargado Nacional de Comunicaciones, el Comité Central había rechazado tal proposición.
Es así como la organización fue convertida en un campo de batalla entre grupos y personas, unos por penetrar y ser parte de la máquina, otros desde su interior, por excluir a los primeros. Y todos ellos, unos contra otros, por conquistar nuevas cuotas de poder, o aumentar las que ya poseen, afectando las confianzas y el funcionamiento de todo el Partido.
¿JUNTOS PODEMOS?
Hasta diciembre de 2005, la construcción del PODEMOS, el Juntos PODEMOS y el Juntos Podemos Más, había abierto grandes expectativas entre nuestros militantes y un número importante de gente de izquierda. Sin embargo, poco a poco se fue mostrando el verdadero camino que quería recorrer el grupo que tiene tomada la dirección del Partido y se llegó a la decisión de votar en segunda vuelta por Michelle Bachelet, dando argumentos que justificaban la opción por “el mal menor”. Dicha decisión fue impuesta por este grupo al Comité Central primero, y luego a las bases partidarias, con diversas maniobras que no
permitieron una real discusión de comunistas, como ha pasado reiterativamente en los pasos que ha dado el Partido en los últimos años.
Finalmente, la dirección aparece muy cercana al gobierno, con entrevistas frecuentes con las autoridades, mientras se aleja de la movilización social.
Toda la política aparece centrada en el fin del Sistema Binominal, como si con ello se solucionara el fondo del dilema entre democracia y neoliberalismo, mientras se deja en punto muerto la construcción del sujeto político y social antineoliberal que se suponía el motor de los cambios en esta etapa. Se reúnen firmas de notables y se sacan fotos con parlamentarios y autoridades, mientras el movimiento social sigue haciendo su camino.
Existiendo las condiciones para desarrollar un fuerte movimiento de masas, se deja de lado esta opción, cuando lo evidente es que con esa fuerza y el factor subjetivo que debe integrar el Partido, se puede avanzar en ganar batallas incluso en medio de un gobierno de corte netamente neoliberal.
El “viraje”, un intento por corregir en algo las graves deformaciones que nos han alejado de las masas y defendido tan fuertemente por la compañera Gladys Marín en el anterior Congreso, no se ha hecho realidad. La mayoría de los dirigentes sigue militando en células prefabricadas y no hay políticas para devolver al Partido su raigambre obrera y de masa.
En las resoluciones del penúltimo Pleno del CC se señala: “Los Congresos del Partido definieron que la contradicción principal a resolver en nuestro país es entre democracia y neoliberalismo y formularon la Revolución Democrática como objetivo histórico estratégico”.
Sin embargo, finalmente se deja al descubierto el real viraje que se pretende dar al Partido, aventurando ya la decisión de lo que debería ser debate del nuevo Congreso, al decir: “Para hacer avanzar ese objetivo estratégico, nos proponemos como objetivo político de los próximos años acumular fuerzas con el objetivo de alcanzar un gobierno democrático que lleve a cabo profundas reformas antineoliberales, trabajando a partir del JPM para posibilitar la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales consecuentemente democráticas tras ese objetivo, incluídos aquellos SECTORES DEL CENTRO POLITICO que decidan apartarse de las políticas neoliberales”. En resumidas cuentas, una nueva candidatura de la Concertación que apoye algunas reformas podría ser nuestra próxima alianza, entendiendo que, con alguna modificación al Sistema Binominal, un par de “nuestros” cuadros de dirección formarían parte del Parlamento.
De esta forma, se hace caer al Partido a posiciones que ni siquiera se tuvo antes de reconocer el denominado “vacío histórico”, pues esta decisión está acompañada de la pérdida absoluta de nuestra capacidad de incidir en las masas. Otra vez se ponen las cosas al revés, pues la única forma -incluso de elegir parlamentarios- es nuestra fortaleza en el movimiento de masas. Durante el gobierno de Frei Montalva, mientras algunos le negaban la sal y el agua, el Partido supo ponerse a la cabeza de empujar las transformaciones a favor del pueblo, incluso saliendo a la calle para defender dicho gobierno de una intentona golpista. Pero para eso hay que construir la correlación de fuerzas que permita avanzar en las conquistas populares y no quedarse como invitado de piedra a mesas que no resuelven los problemas de fondo. ¡Qué gran lección nos han dando los jóvenes secundarios!
El mismo documento de resoluciones del Pleno del CC plantea, en su parte final, un nuevo golpe a la estructura celular del Partido, al consignar: “Hay que crecer sin formalidades, audazmente. Con ASAMBLEAS DE COMUNISTAS que tengan un accionar atractivo, cultural, educador”.
Todo indica que desean convertir al Partido, enredado en asambleas socialdemócratas, en un instrumento que sea capaz de meter bulla pero no de imponer los cambios profundos que Chile requiere. Hasta ahora lo han logrado, la movilización social y sindical pasa por los costados del Partido sin ser asumidas, desde la dirección, con el potencial que ellas mismas entregan para hacer frente al modelo y sus defensores.
Es necesario dar un vuelco en la situación, hacer nosotros lo que dicen ellos que quieren hacer y no hacen. Devolvamos su misión al Partido integrándonos cada vez con mayor fuerza al movimiento de masas, desarrollemos formas de autodefensa y de trabajo militar acorde a la situación actual, ayudemos a organizar Partido, a educar y formar nuevos cuadros, rescatemos la solidaridad y la fraternidad de los comunistas, revitalicemos la mística perdida ante tanto maltrato de la dirección, preparémonos a participar de este nuevo Congreso del Partido con la frente en alto y la alegría que nos da la lucha por un mañana mejor.
Nuestra intención no es personalizar la lucha, sino confrontar ideas y actos con la responsabilidad, fraternidad y honestidad que conocemos los comunistas para devolver a nuestro Partido al sitial de vanguardia del proletariado.
Como en tiempos de Lenin, decimos hoy: “Todo el poder a los Soviets”.
Con Recabarren, Víctor Díaz, Gladys Marín y todos nuestros héroes en el corazón ¡mil veces venceremos!
COMITÉ EDITORIAL
REVISTA PRINCIPIOS
Junio, 2006.
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